La Nuevitas que Hemingway conoció

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    Ernest Hemingway, norteamericano amigo de Cuba y hombre de mar, dejó su huella a lo largo de nuestras costas, en múltiples periplos recorrió nuestras cayerías, lo que lo vinculó a nuestra ciudad, la cual caminó y conoció de la hospitalidad y sencillez de sus moradores.

    Entre los meses de julio y octubre de 1934, navegó por la costa norte de la isla, en un crucero con el yate “Pilar” y después de un largo recorrido, vino a echar ancla sobre la ensenada del “Guincho”, en el singular embarcadero de “San Fernando de Nuevitas”.

    Muchas veces, el autor de “El Viejo y el Mar”, se alojaba en algunos hoteles de la calle “República” en Camagüey, desde donde se disponía a salir para coger el tren que lo conduciría a Nuevitas. La práctica más arraigada en él era quedarse en el paradero de “San Jacinto”, para abordar un pequeño yate con el que, muy temprano en la mañana, cruzaba la bahía, entraba en “La Zanja” para dirigirse a “Boca de Carabelas” entre “Cayo Sabinal” y “Cayo Guajaba”, en uno de los ribazos de la entrada del canalizo a pocos metros donde alguien había clavado una cruz a pocos kilómetros del extremo este de “Romano”.

    Solía hospedarse en una habitación de grandes ventanales y piso de madera, con espacioso balcón mirando al mar en el hospedaje-restaurante conocido como “El Gato Negro”, famoso por la calidad de los servicios que en él se prestaban y la exquisita comida marinera que en su salón se ofertaba. En el típico lugar acostumbraba a pedir cangrejos moros, de los que capturaban muy cerca del lugar y masa de cherna, pulpos y camarones, y consumía estofado de carey, ruedas de peto en salsa y escabeche de sierra, pero lo que más le agradaba eran las langostas que “el Isleño”, el cocinero, se esmeraba en arreglar.

    En una o dos ocasiones más, se hospedó en el “Hotel Miramar”, situado por entonces en la calle “Martí”, frente al hermoso paseo que se extendía en medio de la vía que le daba acceso y por donde caminó no pocas veces Hemingway.

    La taberna de Agustín “El Tuerto” y el hospedaje de “La Colombiana” eran dos edificaciones casi gemelas, que se extendían sobre pilotajes hacia el mar, con cantina, restaurante, hospedaje y una amplia terraza, expuesta a los rigores de las olas del mar, ambos lugares fueron visitados con frecuencia por “Hemingway” por los días de la Segunda Guerra Mundial.

    Los muelles de “Carrera” fueron escenario de múltiples conversaciones de este hombre, con los pescadores de la ciudad que acudían hasta el lugar para desembarcar su captura y atracar las embarcaciones para emprender una nueva faena.   

    Ernest Hemingway, solía recorrer desde el embarcadero, la zona de “El Puente” y se le veía por “La Gran Vía”, el “Hotel Comercio”, la fonda de los chinos, la cafetería “El Chorrito”, el cine “Niza”, los billares y el café “El Faro”.

    De esta manera, las calles del viejo “San Fernando”, se vieron honradas con la presencia de este amigo de Fidel que no cejó en su empeño de disfrutar nuestro ardiente sol y la sincera amistad de los cubanos, que los nueviteros le supieron mostrar con creces.

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